Genuflexión

Perder un hijo de apenas tres meses de edad en un accidente de tráfico provocado por un borracho es lo peor que te puede pasar en la vida. Dicen. A mí nunca me ha pasado. Es en lo que pienso mientras en perfecta genuflexión observo la boca de una Coonan .357 apuntando en el centro justo de lo que viene siendo mi cabeza. Vacía, por cierto. Porque sólo se me ocurre a mí robar el coche del tipo equivocado. Rectifico. Robar el coche del hijo del padre equivocado. Padre equivocado no, quiero decir, será su padre, seguro, creo yo…El caso es que toda esa familia pertenece a un árbol genealógico con ramificaciones frutadas de hijos de puta en lugar de manzanas; lo que hace que sea del todo imposible robar un coche sin que una de esas manzanas te caiga en la cabeza. Y así fue.

¿Por qué pienso en lo de perder un hijo? Bueno, en algo tengo que pensar. Me restan milisegundos hasta que la bala sea percutida por el percutor accionado por el disparador disparado por el dedo de la mano del brazo del cuerpo que pertenece a una de esas manzanas con forma de hijo de puta genealógico, y viceversa.

Ese tiempo parece un instante, la nada.

Pero hay que joderse lo que da de sí “la nada” cuando estás a punto de palmar. Creo que “la vida” se venga de uno de esta forma. Nos hacen creer que la muerte es instantánea y lo que resulta ser, es un jodido calvario bíblico que pasa por delante de tus ojos a una cadencia y velocidad infinitesimales. Cada segundo es un minuto y cada minuto una hora. Nadie te avisa de esto porque todo el que pasa por esto acaba igual que acabaré yo, jodidamente muerto.

Mira, qué gracia. Acaba de salir del cañón. Gira sobre sí misma. Eso es debido a las estrías internas horadadas en el cañón. Esto permiten u obligan a que el proyectil rote sobre sí mismo y mantenga una velocidad, dirección y sentido óptimos, que básicamente es el sentido y dirección que recorre desde la recámara donde vivía con excelsa placidez y regocijo hasta mi cabeza; llena de oxígeno, nitrógeno y argón…aire…nada. Y además de rotar sobre su propio eje, avanza inexorable cortando el viento y provocando dos explosiones casi instantáneas.

Yo percibo las dos con nitidez porque todo pasa tan a cámara lenta que ahora mismo sería capaz de ponerme en pie, salir corriendo, tomarme un café y volver a ponerme de rodillas para recibir el balazo. Curioso esto de morir.

Como me decía a mí mismo: oigo dos explosiones. Una de ellas provocada por la pólvora del cartucho al explosionar dentro del arma. Aunque siendo puristas, dicha detonación casi viene acompañada a la deflagración que precede a la salida del proyectil, los gases y la pólvora quemada por el cañón del arma.

La segunda es la más interesante. Se trata del seco, breve pero atronador estallido que se produce al romper la barrera del sonido. Así es. Así de rápido viaja.

Joder, qué efecto más precioso. Estoy viendo la bala cruzar el aire. Despacio, rotando y avanzando. Lo hace como a unos tres centímetros por segundo. Qué pasada…corta un aire que se vuelve maleable, como mantequilla. Al avanzar hacia mí está formando una especie de cono o triángulo cuyo vértice se encuentra justo en la punta. Los lados del triángulo se abren hasta el infinito y provocan lo que parece dos remolinos de aire o viento que se apelotonan a cada lado de la bala. Extraño. Bonito. Extraño. Bonito y extraño vaya.

¿Y qué cojones hago ahora? ¿Tengo que esperar? No he explicado convenientemente que no puedo moverme. Bueno sí. Me puedo mover, pero sólo a velocidad de escala.  Ya, lo sé. Velocidad de escala. Es difícil de explicar, pero tengo tiempo:

Si la bala cruza el aire a unos tres centímetros por segundo entonces mis movimientos deben ir a una velocidad proporcionada. ¿Cómo me hago una idea de la proporción? Fácil. Puede estar viajando a dos o tres veces la velocidad del sonido. ¿Que cuánto es eso? La dinámica de propagación del sonido, (a 20 grados de temperatura, 50% de humedad y a nivel del mar), es de unos 343,2 metros por segundo. En el sótano de mierda donde me tienen arrodillado y a punto de hacerme un orificio de entrada y salida debemos estar a unos 24 grados. Dado que voy a morir en breve tampoco es plan de ponerme quisquilloso por cuatro grados arriba o cuatro grados abajo; así que me hago una idea de por qué mis movimientos son tan lentos. Vamos, que cuando quisiera ver cómo se yerguen mis piernas tras haber recibido la orden de mi cerebro, cuatro de los cuatrocientos gusanos que se comerán mi cuerpo una vez sea enterrado habrán hecho la digestión 40 veces y me habrán regurgitado otras tantas. Acortando, que no, que no me puedo mover y por supuesto no me puedo escapar.

Qué aburrimiento…podría haberme puesto más cerca de la pistola. Tres centímetros por segundo por unos cinco metros de separación entre la boca de la pistola y mi frente arrojan un total de…espera, espera…como era eso. Sí, lo aprendí en el cole. Espacio = Velocidad/Tiempo. Entonces Velocidad es igual a Espacio por Tiempo ¿No? Sí, claro, para saber el tiempo que me queda basta con multiplicar la velocidad por el espacio. O dividir…joder…no me acuerdo…además, tengo otro problema. No puedo operar con segundos y metros. Sé que la bala se mueve a una velocidad constante de tres centímetros por segundo. Me separan cinco metros de la boca del cañón. Tengo que pasar los metros a centímetros para poder calcular correctamente la velocidad constante y el espacio que…

Joder, por fin, ya era hora, ya está aquí….

Deja un comentario